“Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad.”
José Martí
Santiago tuvo la capacidad de hacerme perder la noción del tiempo, tan bien planificado y calculado obsesivamente, siempre desde mi cómoda rutina en La Habana. Se me derritieron mis relojes, libre de los vicios de siempre: no televisión ni periódicos, no Internet –ni siquiera computadora-, demasiado menos café de lo normal, bramidos de ternero en lugar de gritos de gallo… solo se mantuvo mi grato insomnio.
Constaté que extrañar La Habana no es retórica ni poesía. Me hizo falta el litoral norte, mi rutina cansada, mis añorados P, el aire que antes juzgaba insoportable.
En Santiago de Cuba me di cuenta de que puedo prescindir de lo que antes consideraba imprescindible. Al final, lo único vital resulta ser el aire, el agua y la gente. Uno sabe que hay personas que viven diferente, pero no se compara con sentirlo.
¿Subir el Turquino? Nunca me lo imaginé. Algo había –quizá en el subproducto, tal vez en las voluntades- que me impulsó hacia arriba. La sensación es tan única como indescriptible. No hay que montar un avión para llegar alto y sentir las nubes.
Vaya recuerdos, lo subi en una ocasión, maravilloso… Gracias
Lindisimo las fotos. Que bella la naturaleta cubana
Indescriptible belleza, la verdadera libertad con alas blancas..Graciassssss